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Legado en papel:
el testamento del Hermano Pedro
Para los fieles devotos o el investigador acucioso
un acercamiento a la trayectoria personal de la vida del Hermano
Pedro de San José de Betancur puede hacerse mediante
la lectura de uno de sus principales documentos personales
que sobreviven hasta nuestros días.
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Y que mejor que hacerlo con uno de los más representativos
e históricos como lo es su testamento. Entre sus líneas
el lector podrá descubrir las características, legados
materiales y espirituales, que el santo decidió como prioritarias
antes de su muerte. Sus textos originales se guardan celosamente
en el Archivo General de Centroamérica, ciudad de Guatemala.
Anécdotas de la muerte del Hermano Pedro
Testimonios de la época vertidos por Fray Sebastián
de la Natividad, relatan que el Hermano Pedro falleció el
día lunes 25 de abril de 1667, "estando en su compañía
murió en el hospital de Bethlen de Guatemala, en la enfermería
de los pobres del achaque de dolor de costado con el pesar de los
habitantes de la ciudad. Al correrse la noticia de su muerte el
obispo Fray Payo de Rivera, hizo que trasladaran sus restos a la
Escuela de Cristo, donde le asignaron guardias para su velación".
Al día siguiente, el cortejo salió de
la Escuela de Cristo acompañado de todas las Órdenes
y Tribunales religiosas de esta ciudad y una multitud de fieles.
Fue sepultado en la Capilla de la Tercera orden en la iglesia del
Convento de San Francisco, de esta ciudad. Sus restos fueron colocados
en un cajón en la bóveda de los Terceros. Algunos
días después su testamento fue dado a conocer.
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Características documentales
Este documento se conserva en un tomo encuadernado
sobriamente en pana y con incrustaciones de plata. Contiene
entre otros detalles la firma de su puño y letra, que
data de septiembre de 1667.
Fue redactado en papel natural utilizado por
la Real Hacienda en el siglo XVII y en el que se pueden apreciar
los respectivos sellos coloniales. El escribano que legalizó
el documento fue Josep Manuel Laporte y lo hizo con un tipo
de cursiva conocida como procesal, característica de
documentos notariales, afirma el historiador y paleógrafo
guatemalteco Oscar Haussler.
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Fue paleografiado, o actualizado al español
contemporáneo por primera vez en 1790, como parte de las
gestiones eclesiásticas para iniciar su canonización.
Esta versión fue adjuntada al documento original y certificada
ante las autoridades de la época para garantizar su autenticidad.
Incrustado en la historia
Se trasladó al archivo a finales del
siglo XIX cuando toda la documentación colonial de
la ciudad de Antigua Guatemala pasó a ser parte de
los acervos documentales del AGCA. Fue encontrado en 1940
por el director de dicha institución, el maestro José
Joaquín Pardo, quien lo clasificó e identificó,
comenta el especialista Haussler.
Hacia 1972 el documento es restaurado y sometido
a un proceso de conservación conocido como laminación
o encapsulación permanente de documentos.
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Los investigadores de todo el mundo que quieren consultarlo
pueden hacerlo mediante copias microfilmadas y siguiendo los
trámites institucionales que permiten el acceso a todo
el público. El original se encuentra resguardado en
la caja fuerte del archivo, asegura el director, el historiador
Julio Galicia.
Izquierda: documento actualizado en el siglo
XVIII.
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Textos e investigación: Lizbeth Barrientos
Fotos: Darío Morales.
Archivo General de Centroamérica. Ministerio de Cultura y
Deportes.
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